A lo largo de las distintas campañas (2016-2019) se ha podido ir reconstruyendo la compleja secuencia de acontecimientos que tuvieron lugar en este monumento megalítico. La excavación arqueológica, que abarca actualmente un total de 45 metros cuadrados proximadamente, se ha planteado a partir del establecimiento de tres áreas de intervención diferenciadas.
Por un lado, la excavación del osario dentro de la cámara (zona en color crema en el plano), delimitada por los siete ortostatos que se conservan in situ, se trata de un espacio que abarca cerca de 7 metros cuadrados. Uno de los propósitos fundamentales de intervenir en esta área consiste en descubrir, registrar y extraer, con el mayor detalle posible, los restos humanos y ajuares depositados en la cámara funeraria, intentando discriminar los posibles niveles diferentes de deposición, así como las prácticas de manipulación post-mortem de los restos una vez esqueletizados.
La segunda zona de intervención, denominada inicialmente como “Cata exterior”, responde al objetivo principal de desvelar la estructura original y la secuencia de eventos históricos que tuvieron lugar en el área de entrada al dolmen donde se ubicaba, originalmente, un corredor de acceso. Esta zona abarca aproximadamente unos 30 metros cuadrados, que han sido abiertos en sucesivas ampliaciones a lo largo de las distintas campañas de excavación.
La tercera de las zonas de intervención se ha llevado a cabo en la cara noroeste de la estructura tumular. El objetivo, en este caso, ha sido documentar la configuración estructural de la masa tumular y la comprobación de la hipótesis, planteada ya en anteriores campaña, de la modificación arquitectónica del túmulo como parte del complejo proceso de clausura que sufrió este monumento megalítico. Con este fin, se ha abierto una cata de 8 metros de longitud por 1,5 metros de anchura, que parte de la cara trasera del ortostato D, la piedra clave de la cámara (zona en color verde).